LA AGENDA DE MADRE, 1966. Volumen 7 

(440 páginas).
 

    “La humanidad no es el último escalón de la creación terrestre. La evolución continúa y el hombre será superado. Cada uno debe saber si quiere participar en la aventura de la especie nueva”.

      El año 1966 es el año de la revolución cultural china. Una revolución más profunda estaba realizándose en un cuerpo que intentaba, para todos los demás cuerpos terrestres, la única revolución que lo cambiaría todo: “Estoy buscando el procedimiento que me permita tener el poder de deshacer la muerte… Es la mente de las células la que encontrará la clave”.

     Es el peligroso paso de un cuerpo humano movido por las leyes de la mente a un próximo cuerpo movido por una ley sin nombre, en el corazón de la célula: “Una vibración coagulada, más densa que el aire, extremadamente homogénea, de una luminosidad dorada, con una fuerza de propulsión formidable… Todo, todo se vuelve extraño… El cuerpo no depende ya de las leyes físicas…” ¿No sería algo así lo que debió sentir un primer vertebrado cuando salió de su medio marino para entrar en otro medio sin nombre aún, que es el que hoy respiramos?

     “Cada parte del cuerpo, en el momento que cambia, siente que es el fin… Todos los soportes han desaparecido… ¡Yo no tengo camino!” ¿Y dónde estará el camino de la próxima especie?... “Es necesario que alguien lo haga”.

     Y a veces, aparece ese “otro medio”: “Una maravilla instantánea… Un estado en el que el tiempo no tiene ya la misma realidad”.

     Ochenta años antes, hubo una niña que hacía su primera revolución en la Materia: “Cuando me dijeron que todo eran átomos, fue una especie de revolución en mi cabeza: ¡entonces nada es verdad!” Ahora, lo que estaba operando era una segunda revolución de la Materia, a nivel de la consciencia celular: la vieja Materia y sus leyes aparentes se transforman en un mundo nuevo y en una manera nueva de ser en un cuerpo.